Cuatro años
A los cuatro años guardaba mis secretos amores con las pinturas y los dulces
adivinando sus seducciones. Les implantaba a mis muñecos motores microscópicos
para que condujeran un camión de bomberos imaginario; creía con muchas ganas
que aquellas caricaturas eran gente con botargas que por mí estaban actuando.
A los cuatro años salir a la calle era contener batallas con el aire; y me
gustaba no porque ganase, sino porque hacía trampa. Como no entendía la
importancia que le daban a las horas, una o dos veces a la
semana desataba con luz en la boca los vestidos de las frutas para
dejarlas desnudas sobre la mesa de palo, admirando su belleza.
A los cuatro años no sabía escribir.
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