Las líneas de mis manos

Perdóneme, caballero, que no le estreche la mano, no es descortesía de mi parte, todo lo contrario. No me mire así, sucede que las líneas de mis manos podrían compartirse con las suyas. Parece una locura, lo sé, pero he tenido experiencias que lo comprueban, y no quisiera que usted fuera un caso más, me he dispuesto a mantener la vida de las personas en el curso que le corresponde -y asegurarme de culpas posteriores-. No me gustaría llegar a enterarme que sus días a partir de un simple saludo sean contados sólo porque la línea de la vida de mi mano es más reducida que la suya; no me gustaría que de una semana a otra usted perdiera todos sus bienes sólo porque mi línea de la fortuna es como una serie de grietas; ni que su raciocinio se viera limitado porque a mí me toco lo mínimo indispensable; o bien, que su mujer dejara de amarlo únicamente porque mis líneas tienen marcada la soledad.

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