Domingo
Un día Dios tomó las manos de la niña entre las suyas. Luego de unos segundos, la pequeña abrió sus manos, como un cofre de tesoros, y ante sus ojos surgió una brillante hada, increíblemente dulce, llenando de luz su rostro.
Desde entonces, (¡las hadas no existen!) la niña se vino a vivir a este cuento.
La magia existe en uno mismo. :)
ResponderBorrarUn abrazo, Julio!