Era tu juventud juego marítimo



Era tu juventud juego marítimo, 
tu navegación de momentos excelsa e impetuosa, 
capaz de revocar toda corriente y poner a prueba 
la lozanía de la experiencia, 
la mesura del veterano.

Nadie podía pasar de largo las túrgidas invitaciones 
de tu blusa de diminutos broches, 
nadie podía evitar el pulsar indómito, el despertar de la carne.

Eran tus laderas disidentes, tu mármol de cintura, 
tu crónica tersa llamada vientre,
rosa de los vientos, cieno salvaje,
melancolía de mis poros, 
voz consistente, merecido amor, 
merecida sombra.

Era esa prisa tan desnuda, 
dándote como consigna, bravía y benigna,
sabia de la raíz al follaje, fuego inminente, 
solución de tu propio conflicto.

Soberana de mis noveles singladuras,
virabas hacia riberas de horizontes distintos 
y en la espuma jubilosa del sexo
de súbito volvías a adentrarte
al fondo del mar,
al fondo del zafiro mar,
al fondo de ti.

Ninfa de nosotros los marineros sin puerto,
en aquel recreo náutico también te preguntaste
si de tanto elevar tus anclas, rizar tus viajes, desatar tus velas,
no menospreciaste tu exagerada providencia
mientras retozaban tus venturas; 
dónde extraviaste, tras tu heroico gesto, tu brújula.

Hoy tus playas son páramos inhabitables. 

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